EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA






EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA
de Arturo Pérez-Reverte





RECOMENDADO POR: MARIA JOSE POBLET

Esta vez Pérez Reverte nos ha dado tres historias completas y un solo amor verdadero. Las tres historias se desarrollan en tres momentos del siglo XX: 1928, 1937 y 1966. Las tramas no tienen mucho en común: lugares distintos y aventuras distintas. Lo que las une son los personajes centrales: Max Costa y Mecha Inzunza. He leído prácticamente todo lo que ha publicado este autor y me han gustado casi todas sus novelas, especialmente la complejidad de las tramas que se resuelven con finales sorprendentes, la eficacia de la narración que te pega al libro incluso en los capítulos de menos acción y la caracterización de los personajes. Y sobre todo me llamaba la atención el tratamiento magistral que hace de la tensión sexual que se palpa entre los personajes protagonistas, que casi siempre quedaba sin resolver, en una especie de lo que pudo haber sido y no fue. Me llamó la atención en El Maestro de Esgrima en el que incluso hay una frase que lo dice expresamente: “ese momento en el que todo pudo haber pasado y no pasó nada”. También en El Asedio. Hasta ahora esa relación de amor y pasión no constituía un elemento central de la trama. Hasta ahora. Porque El Tango de la Guardia Vieja es una historia de amor. Y aunque al autor no le guste reconocerlo de un amor romántico en el estricto sentido de la palabra: pasional, aunque no sentimental. Y esto es lo primero que yo destacaría de esta novela, el saber mantener ese equilibrio a lo largo de todo el libro, a pesar de que los personajes van madurando y envejeciendo, pero no dan tregua a la ternura ni a la dulzura que suelen acompañar al amor. Perciben la química que los une, pero no quieren pensar que puede haber algo más y que ese algo puede ser correspondido. Se aprecia esto especialmente en las escenas sexuales, que también las hay, tratadas con maestría, manteniendo el tono elegante que impregna toda la novela, sin detalles escabrososos pero explícitas y duras, sin pudor. Y, sobre todo en el tango, el baile que mejor representa el deseo y la relación sexual, el engañoso juego de dominio y sometimiento de los amantes.
Evidentemente lo mejor son los personajes. Son personajes de novela, de gran intensidad. No pretende que nos identifiquemos con ellos, sino que los odiemos, los queramos, los envidiemos. Los diálogos son brillantes, e inteligentes sin resultar rebuscados; a todos nos gustaría haber dicho una frase así al menos una vez en la vida. Max es un buscavidas, un cazador que ha sabido mimetizarse con el paisaje en el que pretende cazar, y eso incluye la elegancia en el vestir y en los gestos que con tanta meticulosidad y detalle están tratados. Ha ensayado todos los gestos que pueden atraer a las presas y sabe jugar con inteligencia e intuición las cartas que la vida le va dando, pero sin fatalismos ni quejas cuando la baza es mala. Egoísta hasta el límite de no sentir remordimientos, ni siquiera resentimiento. La posibilidad de haberse enamorado lo incomoda y le hace sentir vulnerable. Mecha es rica, elegantísima, sofisticada, acostumbrada a que el mundo se adapte a sus caprichos, incluso a los más sórdidos. “Una mujer por la que cualquier hombre mataría”. Es inteligente, segura de sí misma, sabe de sus luces y sus sombras. Los personajes secundarios también son magistrales.
La descripción de los ambientes es minuciosa y muy visual. Nos vemos con facilidad en el transatlántico, o en los hoteles de lujo o en los oscuros locales de tangos, o incluso en una pizzería en Sorrento, viajando en el tiempo a cada época en la que se desarrolla la acción. Y esto no solo es estimulante para el lector, sino que en esta novela es imprescindible por la forma en que está escrita. Va desgranando las tres historias simultáneamente. No se han separado los capítulos, por lo que en el mismo capítulo un párrafo se refiere a una de las historias y el siguiente a treinta años después o a nueve años antes. Para que el lector se sitúe en el momento y lugar correspondiente, la primera frase del párrafo en el que la acción cambia de escenario hace alguna referencia a un detalle inequívoco de la época o el lugar en el que se encuentra en ese momento. Y lo hace con naturalidad, sin que el lector lo advierta. Con el mismo propósito también utiliza los tiempos verbales. Por ejemplo la historia de 1966, está narrada en presente. Espectacular, delicado, simbólico y sutil el detalle del collar y el guante que están presentes, como los personajes centrales, en las tres historias
Utiliza un narrador en tercera persona, pero es un narrador sabio que profundiza en la psicología de los personajes, no sólo nos cuenta lo que hacen, cómo lo hacen, qué sensación transmiten, sino lo que piensan, lo que sienten, cómo interpretan lo que sucede a su alrededor, qué reflexiones les suscitan las distintas situaciones, qué objetivo se han propuesto. Llegamos a conocerlos mejor de lo que se conocen a sí mismos.

Cuando empezé a leerla me irritaba un poco, esos personajes tan guapos, tan seguros de sí mismos en un ambiente tan frívolo, que no se parecen a nadie que yo haya conocido nunca, pero luego me fui metiendo en la historia, fui viendo el interior de estos personajes, no solo el exterior glamouroso, me fue despertando la curiosidad por el desenlace de las diversas aventuras de espionaje y ajedrez que se iban abriendo, y cuando me iba acercando al final, casi de un tirón, me di cuenta de que no quería que acabara. Es una novela o tres en una, formidable. Mi nota es de 9,5/10.